sábado, 2 de mayo de 2009

Experimentos con el adn y la emoción: Gregg Braden

Uno de los múltiples gurúes de la Nueva Era que circulan ahora mismo por el mundo es Gregg Braden: el clásico especialista en informática y nuevas tecnologías que tras una carrera mundana exitosa se da cuenta de que el dinero no lo es todo -en realidad no es nada, más que la expresión en papel de la verdadera riqueza- y decide reorientar su vida hacia objetivos más importantes. Autor de algunos libros de cierto impacto como Isaiah Effect (El efecto Isaías) o The God Code (El Código de Dios), maneja algunas informaciones de interés de las cuales he querido rescatar la que resumo a continuación, en un intento por terminar bien el año, a pesar de todo. Se trata de tres experimentos cuyos resultados son verdaderamente sorprendentes para la ciencia contemporánea; no tanto, para los que conocen la verdadera Ciencia.

El primero de ellos, elaborado por un biólogo cuántico llamado Vladimir Poponin, quien vació un recipiente hasta dejar en su interior tan sólo un puñado de fotones o partículas de luz. El hombre comprobó que estos fotones se hallaban distribuidos aleatoriamente, como no podía ser de otra forma. A continuación colocó en el interior del recipiente una muestra de ADN. Medidos de nuevo, la sorpresa llegó al comprobar que los fotones se habían organizado en línea de acuerdo con el ADN. El siguiente paso fue volver a sacar la muestra y dejar sólo los fotones que, medidos por tercera vez, mostraron que seguían ordenados y alineados como si el ADN continuara allí. ¿Cómo es posible?

El segundo experimento, de índole militar, parte de la recolección de varias muestras de leucocitos de diversos donantes. Las muestras se colocaron en una sala dotada con un equipo para medir distintas intensidades eléctricas, dentro de un edificio específico. A continuación, los distintos donantes fueron pasando a otra sala, ubicada en el mismo edificio pero en un lugar diferente a donde se encontraban sus leucocitos. En la segunda habitación, se les sometía a estímulos emocionales a través de varios videoclips destinados a generar emociones. Tanto los leucocitos como sus respectivos donantes fueron sondeados a través de ondas eléctricas mientras los sujetos veían los videoclips y lo interesante es que el ADN de los glóbulos blancos contenido en las muestras mostraba respuestas idénticas y al mismo tiempo que las de las personas de las que procedían. Los altos y bajos medidos coincidieron exactamente en ambos casos. Asombrado, el equipo científico militar realizó una prueba transportando a los donantes fuera del edificio -dejando allí los leucocitos- y repitiendo las pruebas. Los resultados fueron similares. Se alejaron aún más y ocurrió de nuevo. Llegaron a hacer pruebas llevándose a los donantes hasta a 80 kilómetros del edificio, donde seguía su ADN, pero los resultados seguían siendo iguales. ¿Qué estaba sucediendo?

Y llegamos al tercer experimento, que fue realizado por el Instituto Heart Math con el título de "Efectos locales y no locales de frecuencias coherentes del corazón y cambios en la conformación del ADN". Un título impresionante, pero más lo es el contenido de la experiencia. Se colocó ADN de una placenta en 28 muestras distintas que fueron entregadas a idéntico número de investigadores, cada uno de los cuales había sido entrenado para generar y sentir sentimientos con especial emoción (no es una perogrullada: ¿cuántos sentimientos distintos cree usted que es capaz de sentir, de verdad? ¿y en qué intensidad? Haga la prueba). Lo que reveló esta experiencia es que el ADN cambió de forma de acuerdo con el estado de ánimo de los investigadores: cuando sentían gratitud y amor, el ADN se relajó y sus filamentos se estiraron e hicieron más largos; cuando sentían rabia, miedo o estrés, el ADN se contrajo, reduciendo sus filamentos y apagando muchos de sus códigos, que se volvieron a conectar en cuanto los investigadores retomaron su actitud de alegría y amor. Sorprendidos por los resultados, el Instituto los aplicó a pacientes con VIH y descubrieron que el amor y la gratitud multiplica hasta 300.000 veces la respuesta inmune de los afectados (Y no es éste un mensaje hippie de "paz y amor en los corazones, brothers" ¡Eh! ¿De verdad que nunca se ha preguntado por qué algunas personas reaccionan tan bien a los mismos tratamientos médicos que para otras personas no sirven? ¿Empieza a comprender que el problema no radica en los tratamientos médicos?).

De todo lo anterior, Braden concluye que no tenemos más remedio que aceptar la posibilidad de que existe un campo de energía, hasta ahora desconocida, que no está limitada por el espacio y el tiempo, y que puede comunicar el ADN humano con los fotones en el primer experimento, mantener hilado al donante con sus propios leucocitos en el segundo e influir directamente sobre nuestra salud a través de los sentimientos en el tercero.

Lo más grande del caso es que Braden no ha inventado absolutamente nada. Simplemente se ha limitado a atar cabos a partir de experimentos científicos modernos para llegar a las mismas conclusiones que los sabios de la Antigüedad conocían desde tiempos inmemoriales y que de hecho apuntaron como la primera de las leyes de la maravillosa Tabla de Esmeralda de Hermes Trismegisto: "Todo es Mente. El Universo es mental." Se entiende como Mente la materia original (otros la bautizaron de forma distinta y la llamaron chi, od, orgón..., muchos nombres distintos para la misma cosa) a partir de la cual está confeccionado todo lo que existe, desde la más poderosa de las estrellas hasta la más ínfima de las bacterias. El aire, mi gato, la sopa de anoche, un avión de pasajeros, el agua, una montaña, usted, yo..., y todo lo demás, todo, estamos hechos de esa misma energía Mente pero vibrando en grados diferentes (y por eso parecemos diferentes, aunque en el fondo seamos lo mismo).

Sí, éste es el gran secreto, si logra usted comprenderlo -asumirlo, con todo lo que eso significa- de los más grandes Maestros de la Humanidad cuando advertían de que cualquier cosa que alguien hacía a otra persona, para bien o para mal, le sería devuelto puesto que al hacérselo a esa persona en realidad se lo estaba haciendo a sí mismo. Luego, atención, no hay que "portarse bien" porque sí o porque de esa forma "iremos al Cielo" el día de mañana, sino porque técnicamente nos interesa portarnos bien: cuanto más bien hagamos a los demás, mayor recibiremos nosotros en su momento.

Dice la Tradición que, el día de la muerte de una persona, se presentan ante él todos los hechos de su vida. Los buenos, en forma de seres amables, agradables, luminosos..., en forma de angelitos, por resumir. Los malos, en forma de demonios (en la película Ghost, tan denostada por muchos ignorantes, se representa esto gráficamente muy bien). Cada una de estas fuerzas intentará arrastrar a la persona a sus dominios y ganará aquélla que cuente con más efectivos. Así pues, el día que le toque a usted, ¿qué cree que tendrá a su lado? ¿Más angelitos o más demonios? Aún está a tiempo de cambiar eso, si se pone a ello. No se puede borrar el pasado pero sí arreglar el futuro y, como en los partidos de fútbol, no importa tanto cuántos goles le metan a uno siempre que nosotros consigamos meter uno más que el rival.

Le deseo que 2007 sea para usted el año en el que todo cambiará para mejor. Y como muestra de buena fe, incluyo al comienzo de este post una de las representaciones más arcaicas y positivas de la Humanidad: la Glückstern o Estrella de la (buena) Suerte. En Alemania, los que aún recuerdan las viejas tradiciones -y a veces también otros, por simple inercia- fabrican pastas y galletas con esta imagen que luego ingieren. Y es como si comieras luz.

En un mundo tan sombrío como el que hemos escogido vivir y por muy solo que usted se sienta a veces, la Glückstern es un recuerdo de que, a pesar de todo, la hora más oscura es justo la que precede al amanecer.

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